lunes, 10 de marzo de 2014

El Viaje es el Lugar... - BranCosquin 2014

Cuando era chica siempre soñaba con ir al  Cosquin Rock. Escuchaba con mi hermano las transmisiones con un radiograbador, sentados los dos alrededor del aparato en la habitación que compartíamos, con el volumen bajo para que no nos reten, y elegíamos algunas canciones para grabar sobre un cassette robado a mi mama, al que se le ponía un pedacito de papel en las ranuritas para poder grabarle encima. Más adelante, cuando tuvimos computadora con internet en casa, veíamos el festival por la web. Y todos los años nos hacíamos la misma promesa: que al año siguiente estaríamos allí. Lamentablemente, al año siguiente nos volvíamos a encontrar ahí, delante del monitor de la pc, queriendo poder atravesar la pantalla y aparecer en medio de toda esa gente, viendo en vivo a las bandas que admirábamos.
El fin de semana pasado, feriado de Carnaval, pude cumplir mi sueño de ir a Cosquin. Pero no al Cosquin Rock. Brancaleone y su Armada hacían su propio festival. Es el festival de la música hecha con el corazón, no con estadísticas, y donde la bandera que se enarbola ante todo es la amistad.

El viaje empezaba el viernes en Uniclub, cuando parte de La Armada fue a ver  a los amigos de Simon, Basta! que tocaban en la Fiesta Groovestock. Allí empezamos a sentir todos juntos la emoción y ansiedad que nos venía acechando hacia semanas pero ya era insoslayable. Al terminar el show, quienes viven en Capital dieron alojamiento a los que vamos desde lejos. Yo recibí el amable hospedaje de Sari, Nacho y Rato. Temprano por la mañana el sábado, junto con Sari y Cinthia nos dirigimos hacia Corrientes y Av. 9 de Julio, punto de encuentro pactado para la congregación de todos los locos que formaríamos parte del viaje en El Aquilante. 7 AM arrancaba el vehículo, con Claudio al volante. El querido Ranyy organizaría el viaje para luego despedirnos dese abajo y vernos partir. Nos reencontraríamos con nuestro amigo la mañana siguiente, en Córdoba. Fueron 13 hs de ruta en donde se paso por todos los estados. Emoción por el inicio de la travesía, impaciencia por los cortes y embotellamientos, micro siestas, paradas para estirar las piernas en estaciones de servicio fantasma. El viaje era la oportunidad además para conocer  a los que se sumaban a la locura por primera vez y compartir entre todos mates, historias, canciones  y material de lectura para pasar el rato.


Al bajar del micro en Bialet Masse, nos esperaba Romina para guiarnos hacia la que sería la sede de la demencia. Con 4 niveles, pileta, parrilla, patio y vista  a un paisaje privilegiado, la casa era mucho  más de los que todos esperábamos. Por triste que resultase, hubo que admitir que el viaje duro más de lo planeado y ya no llegábamos a tiempo para ver a Brancaleone tocar en las afueras del predio donde se llevaba adelante la primera fecha del festival más federal del país. Algunos de nuestros amigos tenían entradas para ingresar al Cosquin Rock, asique con amenaza de lluvia incluida fueron a ver los shows incluidos en la grilla oficial. Los demás nos quedamos organizándonos, haciendo compras iniciales, estableciendo pautas de seguridad (ashimame la sheeja) y compartiendo la cena juntos, mientras que en la sobremesa se sumarian empapados los valientes que habían ido a ver a El Bordo, La 25, Charly García, entre otros. 14 personas nos acomodamos para dormir esa noche. A la mañana siguiente, las dos nenas que nos acompañaron en esta locura (y tienen más rock que muchos destacables personajes del ambiente) nos despertarían con sus juegos y risas a las 9 AM. Empezaba el día 2 de esta aventura.

La llegada de Ranyy y Santi, nuestros dos compañeros faltantes, hizo sentir al grupo completo y así todos juntos los 16 pudimos compartir un desayuno tranquilo, sin prisa y con muchos planes. Ya cerca del mediodía y con las tareas distribuidas empezaba la acción. Porque todo bien con el rock, el hipismo y el laissez faire, pero la organización y división de tareas facilitaría nuestra convivencia. La mitad de nosotros se encargaría de las compras, mientras que la otra mitad se quedaba en la casa preparando el almuerzo. En esta situación de viaje con amigos todo es una experiencia particular. Todo dispara risas, bromas, anécdotas, y aquellos más adeptos a la fotografía no dejarían pasar la oportunidad de captar imágenes de semejantes maravillas naturales. De regreso en la casa, compartimos un almuerzo rápido y La Armada partía rumbo al predio. Día 2 del CR, primer día que veríamos a Brancaleone en el marco de este festival.
Claro que, el festival fue Brancaleone, el Cosquin Rock para nosotros formaba parte de una periferia. La caminata hacia el predio se hizo larga y a cada paso, con cada cartel con la leyenda “COSQUIN” y una flecha indicadora de la dirección a tomar, la ansiedad nos presionaba el pecho. Ya cerca, agudizábamos el oído esperando escuchar algún acorde conocido, alguna de esas melodías por las que estábamos allí. No recuerdo quien fue el primero en dar el grito de “tierra!”, pero sí recuerdo el sentimiento de pensar: Yo también lo escucho! Es real! Y correr. Correr con  la mirada desorientada buscando la fuente del sonido que nuestros odios captaban y nos guiaba hacia ellos. Correr con nuestras caras mostrando la sonrisa más sincera que vi. Fue llegar, estar frente a esos locos que hacen posible esta demencia y recién en ese momento caer en la cuenta de que estaba cumpliendo mi sueño de disfrutar del festival más grande: el festival que alegra mi alma y el de mis amigos, compañeros en esta preciosa locura. Fue verlos y quedar paralizada unos segundos, mientras la imagen que mis ojos captaban viajaba por mi sistema hasta llegar al corazón y encontrarse con todos los sentimientos que esta banda despierta en mi, y junto con la música y el sonido del canto y las risas de mis amigos salir de ese estado de ensueño y entregarme junto a ellos al baile desenfrenado, al canto desafinado y fuera de tiempo. Despegar los pies del suelo, de esta chata realidad, y volar en el disfrute.

Quiso el destino que esta segunda fecha fuera más corta de lo planeado. El clima parece no estar a favor del rock y la lluvia forzó a la banda a desarmar el seteado, guardar los equipos y guarecerse para evitar males mayores. No nos gusta tener que admitirlo, pero los elementos eléctricos no entienden que nuestra voluntad es más fuerte que el mal clima y se les da por arruinarse igual si les cae agua encima. Cosa é Mandinga.
Pero para nosotros, el rock no es solo música en vivo. Es también compartir. Y si bien todo el viaje se trato de compartir, esa noche fue una enorme demostración de lo bien que la podemos pasar si estamos juntos.  La Armada volvió bajo la lluvia hacia la casa, y prestos todos dieron inicio a los preparativos para la cena. Pizzas caseras a la parrilla fue el menú. 34 personas fueron los convidados. Instrumentos musicales por doquier. Alegría desbordante y, porque no decirlo también, alcohol en demasía. Resulta difícil de explicar, pero figurate estar rodeado por gente que adoras, la banda que admiras, comida rica, bebida en cantidad justa para eliminar las inhibiciones y permitirte disfrutar. Esas noches que no quisieras verles el fin. En este punto sería injusto no mencionar que esta noche nació en mí la idea de escribir esto que ahora estoy publicando. Fue gracias a las palabras de Pablo Nomdedeu y su voto de confianza en lo que yo podría elaborar que a la mañana siguiente, mientras tomaba mates con mis amigos y veía al Negro Jose, Canuto, Ranyy, Cata, Ana y Lucila tocando unas canciones en el patio, que empecé  a elaborar mentalmente esto que hoy presento.
Era el mediodía del tercer día. Después de que los últimos rezagados miembros de Brancaleone partieran hacia el predio para cumplir con sus obligaciones con la banda, La Armada ultimaba detalles para partir también al encuentro de la música. Sabe Dios si fue producto de la borrachera de la noche anterior, el contacto excesivo con los zombies, el ingenio floreciente de la comunidad brancaleonica o simplemente inspiración divina, pero lo que ocurrió ese día marco un antes y un después en la historia de La Armada. Un bidón de agua vacío, varias botellas de Fernet Branca, litros de Coca Cola y algunas bolsas de hielo dieron origen a lo que fue el Fernet-Dispenser. Cuando arribó La Armada con el bidón a cuestas y mientras algunos de los chicos ponían manos a la obra al ritual del 70-30, veíamos la reacción de la gente que miraba la escena con incredulidad y sabíamos que nuestro invento seria un factor protagonista indiscutido de la tarde/noche. Uno de ellos. Porque otro  de los personajes que ponían su nota de color al evento eran los zombies. La Lic. Sara Odello define a los zombies como personas que abandonan su estado humano para convertirse en estos seres que vemos en los recitales, se nutren del rock y el alcohol, no son violentos ni tienen maldad, por lo general su comportamiento suele ser gracioso para los demás espectadores que aún se mantienen en estado humano, pero a veces pueden generar momentos incómodos. Después de algunas clases con Odello, uno aprende a reconocer a un zombie y cómo tratarlos. Este tercer día se trato sobre todo de eso. De la banda tocando 7 hs, de escuchar las mismas canciones repetidas veces pero siempre sentirlas de un modo diferente, del ritual alrededor del Fernet –Dispenser, de cantar y bailar, de los zombies (el zombie travesti, el zombi vendedor, el que se pega una siesta y no reacciona ni con una banda tocando rock a su alrededor, e incluso hubo tres zombies que ofrecieron una escena poco agradable pero muy memorable de porno bizarro) y de no entender cómo era posible la armonía que se vivía entre tanto descontrol.
A medida que caía la oscuridad sobre todos nosotros, comprendíamos que se acercaba el final de esta aventura y más parecía encenderse en todos el fuego y la pasión por seguir. Veíamos a algunos de nuestros compañeros caer en estado zombie, algunos bajaban la guardia ante el cansancio y se apartaban para recuperarse y después retomar. Pasadas las 21 hs del lunes, “Tenerte” fue la ultima canción de este BranCosquin ´14. 

Abrazos, saludos, agradecimientos, y la despedida…. La banda se embarcara ahora en una gira que los llevara a la tierra de la Virgen de Guadalupe y el tequila, y no volveremos a verlos hasta su regreso en el mes de abril. Pero La Armada sigue acá, siempre unida. De regreso en la casa, pasaríamos la última noche en Córdoba todos juntos, aprovecharíamos la pileta  a la 1 de la mañana, compartiríamos un asado (obra maestra de Manu, Ivi y Ranyy), algunos de nosotros (los que se encontraban en estado zombie) pasaron al otro mundo, donde tocaron unas canciones con Pappo y luego regresaron al estado humano llenos de rock. Y así entre charlas, anécdotas, mates, fernet y cannabis, poco a poco algunos miembros de La Armada se retiraban a descansar, otros se quedaban en estado de vigilia hasta que la madrugada dio paso a la mañana del martes y hubo que enfrentar la realidad de que era tiempo de partir.
Otras 13 hs de viaje. Otra vez cortes de ruta y embotellamientos. Las clases del Profe (Thanks Coco!). Canciones de la mano de Tonchi, Ranyy, Mati, y todo aquel que quisiera tomar potestad de la vihuela. Y sin más, la noche cayó sobre nosotros y nos encontramos otra vez en Corrientes y 9 de Julio. Despedirse de La Armada es como abandonar un hogar, pero siempre queda la alegre consciencia de que nunca es un fin. Es un hasta luego. Hasta que a algún loco se le ocurra invitar a juntada general. Hasta que nos volvamos a encontrar en otra noche, otra Luna, otro bar…